Elena I
En el marco del proyecto de Arte y Ciencia del Planetario de Medellín llamado “El Espacio que Somos”, la autora de esta obra, Elena I, presenta la opción imaginaria de lo que hubiera sido la llegada de mujeres a la Luna. Las páginas de este diario fueron escritas por Lina María Parra comandante de la Misión Elena I, durante los días transcurridos entre el lanzamiento de la misión, el alunizaje y el retorno a la tierra.
Fotografía de Juliana Gomez, conoce la obra completa aquí
1.
Encuentro con la incertidumbre
Mi vida está en las manos de la física. Mientras los motores gigantes del Saturno V disparan el fuego que nos impulsará más allá del agarre gravitacional de la Tierra, cierro los ojos y pienso en todos los cálculos que me han traído hasta aquí. En los miles de cálculos que hicieron otras antes que yo desde el inicio de la historia. Cálculos para indicar y estandarizar el paso del tiempo, para medir la circunferencia de la Tierra, para determinar las órbitas de los planetas alrededor del Sol, para conocer la fuerza de la gravedad. Cálculos para poner a la primera mujer a orbitar la Tierra, y para hacer la nave que puso a la primera mujer a orbitar la Tierra. Cálculos para permitir el funcionamiento de toda la maquinaria que me rodea en este momento crucial, el primero de todos los momentos, este en el que sabré si la nave que piloteo logrará salir de la órbita de la Tierra o estallará en pedazos. Mi vida está en manos de los números. Ellos son el lenguaje de la naturaleza. El espacio también es la naturaleza. Yo aprieto mis ojos cerrados mientras me sacuden por completo el rugir de los motores y la fuerza generada por el despegue, que lucha contra otra que quiere mantener la nave en la Tierra, que no quiere dejarla ir. Espero que los cálculos funcionen. Que le digan a la naturaleza las palabras correctas.
A pesar del traje y de la silla a la que estoy amarrada, me parece que puedo sentir los cuerpos de las compañeras a mi lado. Cada una, como yo, está aferrada a su asiento esperando a que este primer momento pase. Aguantamos el temblor absoluto, la fuerza gravitacional contra la que luchamos para salir de la atmósfera, para alcanzar la última frontera. De ahora en adelante el futuro es la oscuridad estrellada del espacio que nos espera. El tiempo se estira imposible en este despegue para el que me entrenaron, pero para el que no estoy del todo preparada. Cada despegue es único, y puede fácilmente ser el último, por eso se siente así, terrible y magno. Repaso los números rojos del panel de control, las acciones que debo llevar a cabo, los meses y meses y meses de entrenamiento. Casi puedo ver las notas en mis cuadernos, los datos, tantos datos. Un montón de conocimiento científico, de preguntas y de búsquedas que resultan conmigo y con mis compañeras aquí sentadas viajando a gran velocidad, dejando atrás la Tierra.
Empieza nuestro trabajo ahora que logramos salir de la atmósfera, ahora que ya nada nos ata. Solo nos tenemos a nosotras mismas. Nosotras y el vacío negro del espacio. Nos liberamos de los asientos y nos movemos livianas por la nave, entre la cápsula de control y la de servicio, cada una con sus tareas ya memorizadas. Establecemos contacto con la base en la Tierra, reportamos que todo está bien. Luego nos miramos las unas a las otras y reímos. Cada paso de esta misión se siente como un logro en sí mismo. Nos sabemos vivas, vivas y aquí en medio del espacio. Lejos de todo lo que somos cuando estamos en la Tierra, de todo lo que nos cataloga y nos separa. Aquí simplemente somos nosotras.
Conoce la bitácora de vuelo completa en la Circular número 989
Juliana Gómez Quijano
Publicista y artista
Máster en fotografía de la Escuela de Artes visuales de Madrid
@junospace_
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